Quince días han pasado
de la charla entre señoras;
fue quizá, como a estas horas,
el encuentro inesperado.
Nadie sabe qué ha pasado
entre Cando y niña Chana
que enojada esa mañana
la mandó la niña Lola
que salió como cabriola
al saber de niña Juana.
Si le intriga lo ocurrido
hoy le cuento en estos versos
de esos amores perversos
que otro hogar han desunido.
Don Cando de pervertido
calladito lo tenía
el amor que día a día
compartía niña Juana
y la pobre niña Chana
para nada lo sabía.
Y se vino aquel deschongue
por el dichoso amorío
de don Cando que de hastío
hace que el dolor prolongue.
Chana dijo: ¡No rezongue!
que ya me tiene indignada,
le zampó una pescozada
al lado de la mejilla
otra la dio en la barbilla
tronándole la quijada.
Don Cando salió corriendo
donde Ruperto su amigo
lo pongo a él como testigo
porque no le estoy mintiendo.
Y llegó hasta sacudiendo
la ropa toda empolvada
por la gran correteada
que le dio aquella mujer
a quien dañó su querer
y hoy se encuentra destrozada.
¿Qué le pasa, amigo Cando?,
le preguntó don Ruperto
viendo su ojo medio abierto
y el otro así, medio pando.
¿Qué es lo que le está pasando
que viene todo afligido
con cachete demolido
y sangrando de los labios?
¿No me diga que hay resabios,
por andar de corrompido?
¡Ay Ruperto, buen vecino,
conceda hoy donde quedarme
la mujer quiere matarme,
destazarme cual porcino!
De aquel momento devino
un nuevo conversatorio
con sonrisas, con jolgorio
que otro día irás leyendo,
pero también comprendiendo
lo que pasa por tenorio.