Deja el jilguero
su llanto, prisionero,
desde la jaula.
Canto sonoro
que llega, delicioso,
a mis oídos.
Pero soy libre,
no estoy encarcelado
ni entre barrotes.
Aunque mi canto
se llene de tristeza
y de nostalgia.
¡Dichoso virus,
que así nos condicionas
con tu presencia!
Y es que tu sombra
encoge y estremece
sin darnos cuenta.
Y nos quedamos
en casa y encerrados
por unos días.
De esta manera
se ahogan nuestros labios
y nuestras voces.
Por eso envidio
el canto del jilguero
puro y tan limpio.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/12/20
El culpable de estos versos ha sido un pajarillo que tenía la vecina en su porche y que parece ser que se le ha muerto. Pensé en él y me vinieron estos versos acerca de su libertad y la nuestra, en estos momentos tan especiales.