¿Cómo es con su autoestima?,
preguntó don Anacleto,
a un sapiente muy discreto
que saberes no escatima.
Nunca él hará pantomima,
le respondió muy seguro;
ni tampoco es inseguro
con lo que él vaya pensando
y coherente va actuando
sin correr ningún apuro.
Téngalo usted por seguro
va sensato por la calle
disfrutando va del valle
se lo digo, se lo juro.
Él no le hablará carburo
por concepto equilibrado
no se siente desdichado
por la fe que hay en sí mismo
no vive del espejismo
menos de ser adulado.
Siempre camina consciente
con sus fallos y verdades
sabe sus habilidades
para ayudar a la gente.
Dice las cosas de frente
con sostenido argumento
no le engaño, no le miento
resolviendo va temprano
lo que en invierno o verano
puede causar sufrimiento.
No le pide que lo aplauda
ni tampoco que lo adule;
¡y cuidado, manipule!,
tiene una mirada rauda.
Y su estima no defrauda
ni la pone en entredicho
nunca admitirá el capricho
de palabra empedernida
que sintiéndose crecida
es igual al susodicho.
Es también agradecido
mostrando a todos respeto,
es serio como sujeto
y a veces muy malquerido.
Es muy claro y definido
no le teme al petulante
con su tono desafiante;
para opinar, es prudente
y no es contraproducente
ni tampoco es un farsante.
No presume de sus actos
ni presume inteligencia
por su elevada sapiencia
su perfil genera impactos.
Deja muy estupefactos
a muchos provocadores
que actuando cual roedores
pretenden comer el queso
con su ego grande y obeso
y terminan perdedores.