Guillermo Bustamante

Canto de amor y de venganza

Les hablo de mi vida

que es cielo y es locura

de mis entrañas salpicadas de

tardes imborrables

de mis pies que son ciudades

devoradas por mil fauces de espanto.

 

Les hablo de este dolor azul

Que baja raudo a estrellarse con mi voz

Que es infierno y es blasfemia.

 

Les hablo del invierno de mis ojos

Profundos

Solitarios.

 

Les hablo del establo en que aprendí

Que los amores duran días

Que los días son presagios.

 

Les hablo de la hondura de mi cuarto

Donde crecen mil pasados antológicos

 

De mi pasión por los días hondos

Y resueltos

De mi amor por los ríos oscuros en que se formó

Mi afición a la tristeza.

 

Les hablo de mi boca lacerada

Por traiciones escondidas

Mientras tanteaba la razón de un mundo nuevo.

 

Les hablo de la risa que se grabó en mi risa

De los combates

Que di por conseguir un estómago feliz

Y de mi asombro

Cuando descubrí que hay un color

Sepia

Y que se puede golpear con la mirada.

 

Les hablo desde el revés de la noche

De mi aspiración no consumada

De asesinar mañanas

De desbordar montañas

Y dar albergue en mi pecho a lluvias tormentosas

O incendias torrenciales.

 

Les hablo del mito de la prestigiosa empresa

Sin ánimo de lucro

De la fabulosa cocineta donde se achicharraron

Recuerdos inolvidables

De la palabra empeñada en casa de truhanes

De la pena de muerte discutida

En cenáculos de delincuentes

Poco comunes

Almibarados

Elegantes.

 

Les hablo de las veinte pulgadas nocturnas

En que apoyé mi confianza

Para disimular públicamente

Ese aciago afán privado

De jugar a la grandeza.

 

Les hablo de las calles que uno cree

Encontrar en todas partes.

 

Les hablo de mis manos

De ese mar desconocido

Que fue ventana de mis primeros pasos.

 

Les hablo también del humo y las distancias

De las cadenas que asaltaron

Los primeros arreboles de mi patria

Y de los cinco soles que deslumbraron

Su infancia.

 

Les hablo de alboradas prohibidas

Y de los socavones por los que mi juventud

Hecha pedazos

Buscó un rincón libre y sólo halló

La espina dorsal de su primer fracaso.

 

Les hablo de paladares y silencios misteriosos.

 

Acongojado de pies y cabeza

Les hablo de los diez minutos

De preguntas sin respuestas

De mi maridaje con las olas

En un mar de júbilos marchitos

De la esquina roja donde se esperan los recuerdos

De esos trenes colgados bajo el humo de sus vísceras

Secretas.

 

Les hablo de los cristales húmedos

Del cautivante silencio de las flores.

 

Les hablo de los domingos sangrientos

En que la clase obrera

Buscando el paraíso

Encontró abigarrados centinelas de la muerte

                                                                       Desde luego

Les hablo también de su derecho a la venganza

De los nicaragüenses que algún día podrán reír

De espaldas al pasado

Con expresión de auténtica sangre americana.

 

De la Argentina ensombrecida por semidioses

Crepusculares y simiescos

Del Paraguay fatigado por veinte siglos

De oprobiosa oscuridad.

 

Les hablo de la patria que hace rato ando

                                                                          Buscando

Del Chile que emboscaron

Gorilas teledirigidos.

 

Les hablo de los países en que la libertad

 

Solo puede

Mostrar su rostro amargo

Su risa encadenada.

 

Les hablo de esa muerte

Que va al galope del corazón de cualquier hombre

De los hombres que siempre han visto arrimar

                                                                                  Su rostro

A la tristeza

De los testigos de aquellos

Que no pudieron ser felices

Y rieron con los ojos asombrados.

 

Les hablo de los puñales que atravesaron

Sus últimos gritos.