Les hablo de mi vida
que es cielo y es locura
de mis entrañas salpicadas de
tardes imborrables
de mis pies que son ciudades
devoradas por mil fauces de espanto.
Les hablo de este dolor azul
Que baja raudo a estrellarse con mi voz
Que es infierno y es blasfemia.
Les hablo del invierno de mis ojos
Profundos
Solitarios.
Les hablo del establo en que aprendí
Que los amores duran días
Que los días son presagios.
Les hablo de la hondura de mi cuarto
Donde crecen mil pasados antológicos
De mi pasión por los días hondos
Y resueltos
De mi amor por los ríos oscuros en que se formó
Mi afición a la tristeza.
Les hablo de mi boca lacerada
Por traiciones escondidas
Mientras tanteaba la razón de un mundo nuevo.
Les hablo de la risa que se grabó en mi risa
De los combates
Que di por conseguir un estómago feliz
Y de mi asombro
Cuando descubrí que hay un color
Sepia
Y que se puede golpear con la mirada.
Les hablo desde el revés de la noche
De mi aspiración no consumada
De asesinar mañanas
De desbordar montañas
Y dar albergue en mi pecho a lluvias tormentosas
O incendias torrenciales.
Les hablo del mito de la prestigiosa empresa
Sin ánimo de lucro
De la fabulosa cocineta donde se achicharraron
Recuerdos inolvidables
De la palabra empeñada en casa de truhanes
De la pena de muerte discutida
En cenáculos de delincuentes
Poco comunes
Almibarados
Elegantes.
Les hablo de las veinte pulgadas nocturnas
En que apoyé mi confianza
Para disimular públicamente
Ese aciago afán privado
De jugar a la grandeza.
Les hablo de las calles que uno cree
Encontrar en todas partes.
Les hablo de mis manos
De ese mar desconocido
Que fue ventana de mis primeros pasos.
Les hablo también del humo y las distancias
De las cadenas que asaltaron
Los primeros arreboles de mi patria
Y de los cinco soles que deslumbraron
Su infancia.
Les hablo de alboradas prohibidas
Y de los socavones por los que mi juventud
Hecha pedazos
Buscó un rincón libre y sólo halló
La espina dorsal de su primer fracaso.
Les hablo de paladares y silencios misteriosos.
Acongojado de pies y cabeza
Les hablo de los diez minutos
De preguntas sin respuestas
De mi maridaje con las olas
En un mar de júbilos marchitos
De la esquina roja donde se esperan los recuerdos
De esos trenes colgados bajo el humo de sus vísceras
Secretas.
Les hablo de los cristales húmedos
Del cautivante silencio de las flores.
Les hablo de los domingos sangrientos
En que la clase obrera
Buscando el paraíso
Encontró abigarrados centinelas de la muerte
Desde luego
Les hablo también de su derecho a la venganza
De los nicaragüenses que algún día podrán reír
De espaldas al pasado
Con expresión de auténtica sangre americana.
De la Argentina ensombrecida por semidioses
Crepusculares y simiescos
Del Paraguay fatigado por veinte siglos
De oprobiosa oscuridad.
Les hablo de la patria que hace rato ando
Buscando
Del Chile que emboscaron
Gorilas teledirigidos.
Les hablo de los países en que la libertad
Solo puede
Mostrar su rostro amargo
Su risa encadenada.
Les hablo de esa muerte
Que va al galope del corazón de cualquier hombre
De los hombres que siempre han visto arrimar
Su rostro
A la tristeza
De los testigos de aquellos
Que no pudieron ser felices
Y rieron con los ojos asombrados.
Les hablo de los puñales que atravesaron
Sus últimos gritos.