Paseando sobre las rocas,
de amaneceres sordos,
que cayeron como hojas
de los pálidos encinares.
Ardiendo en las llamas
de luces desalentadas,
muertos, viejos amores
con raíces quebrantadas.
Alguien les quebró en seco
la calma de aquellas tardes,
no hay atardeceres soñados
ni añoranzas con esperanzas.
Atados a la oscuridad
y al silencio de la noche,
sueños que yacen en el olvido
consuelo de un adiós sin sentido.