Suena gramola.
Desgrana tus suspiros
maravillosos.
Llena mis días.
Altera mis sentidos.
Hazme vibrar.
Porque la música
es sangre para el alma.
¡Vitalidad!
Yo te recuerdo,
gramola de mi infancia,
y no te olvido.
Con tus canciones
soñé con otros niños
y otras ciudades.
Viví los juegos.
Soñé mil fantasías
y hasta reí.
Pero es el tiempo,
(¡maldito y despiadado!),
quien te alejó.
Y atrás quedaste,
en sombras y tinieblas
de algún desván.
Hoy te recuerdo,
preciso tus canciones
sobre mi piel.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/12/20