A una verdadera madre no sólo se le debe la estructura,
ella hace de nosotros seres únicos, una obra verdadera,
cada hijo es su creación artística, su óptima manufactura,
impregna en esos retoños su energía, cualidad duradera.
Un hijo puede ser biológico o adoptivo no hay diferencia,
el cariño maternal irradia por doquier, el planeta invade,
hablar de una madre auténtica requiere una conferencia,
los problemas de sus hijos suyos son, por nada los evade.
Dios tiene un corazón materno, su amor es incondicional,
una virtud difícil de entender: El calavera es su predilecto,
la retribución que brindamos a veces es poca, es adicional,
para expresar con rigor nuestras deudas no existe dialecto.
El mayor regalo para una madre es ver en sus hijos felicidad,
por esto lucha durante toda su vida casi hasta el exterminio,
siempre su existencia está al servicio del amor sin caducidad,
el cariño para sus frutos es infinito, les regala su condominio.
Jaime Muñoz, mayo 6 de2021