MADRE MÍA
En el santuario níveo de tu alma
hay dos cristos con brazos extendidos
dos caminos con cirios encendidos
dos cielos desbordantes de dulzor
Irradia Jesucristo en tu mirada
rebalsando en tus ojos, sacrificio
que de dicha reviste al cruel suplicio
al ver en tus pupilas ¡Tanto amor!
¡Oh madre sacrosanta bendecida!
Tus ígneas caricias en mi frente
tu dulcísima voz siempre latente
jamás pronunciará su triste adiós
Y te pareces tanto a mi Señor
a quien clamo si acaso desfallece
el temple cuando ansia se aparece
serenándome… aún lejos las dos
Hoy transito el camino del que hablabas
las horas de la vida son pesadas
sobre todo, en las últimas jornadas
cuando el barco se cansa del pendol
Y el párpado caído alza la vista
viendo por horizontes tu azul flor
como cálida huella de tu amor
que enhiesta su dulzura en tornasol
Y es que… tu historia es luz del alma mía
y es tu imagen lo más puro divino
que desgarra mi espíritu nardino
de tanto convocarte con unción
¡Ay madre! Vivirá por siempre en mí
tu adamantino nombre entre mi boca
que hoy te evoca con llanto en ansia loca
¡Destrozándose el alma y corazón!
Beatriz Vicentelo
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