Necesitaba el leal amanuense el favor de un testigo,
claudicantes las horas laborales en mustia la empresa
buscando el providencial respaldo de un buen amigo
que a su mal fuera contención de hidroeléctrica presa.
Halló excusas nimias siendo lo suyo decepción y tristezas
agregaturas de disuasiones quemadas como hojas en llamas
sufriendo, paso a paso, el fueguino incendio de sus enterezas
desintegrada la fe en el portafolio de las antiguas proclamas.
Frío de agosto en el cuerpo dolido ; el alma sin resplandor
carencia de fuerzas en las alas, parecía un pobre añil colibrí
muy arrugada la coqueta, blanca corbata, roja y azul turquí.
Junto al árbol mortuorio lo vieron curiosos con medroso estupor,
algunos recordando de su vida honorable, altas las semblanzas,
severa constatación, no son eternas las eras de gratas bonanzas.