Alfredo Saez

-Como un colibrí-

 

 

Necesitaba el leal amanuense el favor de un testigo,

claudicantes las  horas laborales en mustia la empresa

buscando el providencial respaldo de un buen amigo

que a su mal fuera contención de hidroeléctrica presa.

 

Halló excusas nimias siendo lo suyo decepción y tristezas

agregaturas de disuasiones  quemadas como hojas en llamas

sufriendo, paso a paso, el fueguino incendio de  sus enterezas

desintegrada la fe en el portafolio de las antiguas proclamas.

 

Frío de agosto en el cuerpo dolido ; el alma  sin resplandor

carencia de fuerzas en las alas, parecía un pobre añil colibrí

 muy arrugada la coqueta, blanca corbata, roja y azul turquí.

 

Junto al árbol mortuorio lo vieron curiosos con medroso estupor,

algunos recordando de su vida honorable,  altas las semblanzas,

severa constatación, no son eternas las eras de gratas bonanzas.