La pluma es la lengua del alma
Me siento a escribirte.
He estado estos tres últimos días vagando,
de cuarto en cuarto, de cama en cama, en ti,
sin ti, dónde estarás pensando,
te fuiste cuando dormía, no tuviste el valor,
fue la madrugada quien te cerró mi puerta,
tus maletas esperando sin yo saberlo,
yo durmiendo en lo profundo de mi amor,
que creía seguro de tempestades y escarchas,
no me lo dijiste, no lo supe leer en tus ojos,
en tus gestos, debajo del párpado había un vacío
ahora que lo pienso, estabas a mi lado a mil kilómetros
y yo sin saberlo, ausente, a un año luz de tu quiebra,
de un abrazo que me pedías sin palabras, solo entiendo
las palabras lo sabes, no tengo la capacidad de leer
entre tus pestañas, entre las líneas de tu frente,
debajo de tu piel, no veo, no intuyo porque no veo.
No me dijiste...tuviste que aprovechar que no estaba,
o lo que es lo mismo, que estaba en la muerte
de las ocho horas diarias para escapar, porque eso fue
lo que hiciste, escapar, no dejaste ni siquiera una nota
explicativa, una misiva con letras historiadas que pudiera
guardar de recuerdo como marcapáginas de algún libro.
No tuviste el valor y lo tuviste si lo miro por otra parte.
Te fuiste a morir sola, no quisiste que siguiera cargando
con ese fardo de tu cáncer, ya terminal, sin insulina
que echarte a la boca, era linfático si no recuerdo mal,
o era leucemia, no sé...
Te quería tanto, y tú a mí, eso fue demostrarlo,
irte así, porque de otra manera no te habrías podido
ir, fuiste Helena raptada por Paris hasta Troya...
Sí, por fin me siento, y me desparramo
soltando lastre de amor, las heces del recuerdo.
Léelo por favor, si por un azar del milagro
te llega allá donde estés, lo mando sin remite,
sin cartero, sin sobre, sin rencor.