Cuidado.
Que si lo mirás durante
un período de tiempo
que sobrepase el lapso
de lo estipuladamente
(y estúpidamente)
establecido
como normal…
¡Enroque!
Será él quién entonces
te observe.
Y te convertirás
(quieras o no)
en ese ser amorfo
carente de dedos
y manos
y abrazos,
de piel cuadriculada
y piernas de papel,
que no sabe hacer otra cosa
más que esconder verdades
entre sus retorcidos nudos.