Uncido a tu ley,
soltero del universo,
perforo los anillos
doy de comer al sediento,
y no me equivoco, violo
al invidente, postrado
en mi somnolencia, sólo
atraviesa mi estancia,
la dureza de un hierro,
el capataz de los látigos.
Hay una tristeza más grande
que no haber vivido, y es
la de haber vivido en fantasías.
Y bajo a la tierra, y hallo
encuentros ordinarios, sótanos
destartalados, inundados maceteros
donde hierve la vida.
Buey de tus anhelos,
sin rostro, apenas artificio,
acepto tu silencio, y mi derrota.
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