Alberto Escobar

No saques pecho

 

No le vaya a dar a usted por ser poeta, 
enfermedad incurable y pegadiza. 

—Sancho a Quijote en el lecho de muerte—.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si me llamo poeta llámome demasiado,
a esos que en lo antiguo bardo
llamaban era cual un chamán, desdichado,
dado al augur y a las artimañas, 
al conjuro y a las hierbas que arañan
a la tradición de los campos y farmacopeas.
Llamarse poeta es llamarse mucho,
y si te lo llamas a ti mismo pecado
de Dios cometes, porque Poeta 
es decir ese dios pero pagano,
no el dios de los crucifijos y las imágenes,
no el dios de las telas purpuradas y los santos,
no, digo del dios que reina el Olimpo
en compañía de sus adláteres y coetáneos.
Si me llamara poeta sería no llamarme,
ahora, si me llamara mirador de estrellas,
de puestas de sol, de lunas llenas
y tras ello sentarme, coger lapiz y papel
—cuando digo coger no es follar amigos
sudamericanos— y mandar mi alma 
en cohete espacial al firmamento,
eso sí me llamo, es decir, jugador
literario que echa el rato y se evade.
Si te llamas poeta amigo, o amiga, 
mira fijando la vista en tu ombligo,
penetra el epigastrio hasta las tripas
y juzga si el color de tu carne 
es la de un poeta, o solo juntaletras
como lo soy yo. 
Aquí y ahora me siento y espero tu misiva,
tu respuesta, tu sentencia. 
Aquí.