Cúbrenos como a la flor el cáliz
y guardanos en tu coraza
con el fuego de tu amor.
Llénanos de tu misericordia
hasta hacernos florecer.
Del manzano su fruto seré
y el sépalo tu promesa es,
compañía mía con poder;
de mí depende cuidarlo
y no contristarlo.
¡Ay! Qué sería de mí
si tu presencia me faltare
y el poder en mí se marchitare.
Mejor sería antes que tú me llevares.
¡Oh! ¡Cuán grande es en la tierra,
tu misericordia!.
Que aún el impío vive
y esperas por él.
Que el tibio anda
en tierra movediza
Y lo haces crecer.
Quién pues entenderá tu amor,
¿aún siquiera la madre?.
¡Oh! ¡Cuán grande es en la tierra,
tu misericordia!.