Llegué tarde a la brisa del ayer:
muchacha discontinua del crepúsculo,
solitaria de abismos
donde negué las sombras.
Llegué tarde al sosiego del silencio,
con tu camisa antigua entre mis manos
gozosa era mi piel
sesgada por tu luz.
Llegué tarde a la guerra
hacedora de olvido,
con tu camisa agotada por la ausencia.
¿Adónde estabas si el amor huía?
Llegué tarde a los muros
invadidos de llanto,
atrapada entre rostros inmolados
en las sinuosas calles
últimas de París.
Llegué tarde, mi amor,
a los mundos de tu ansia
con tu camisa agonizando sola
sobre mi pecho solo.
Quizá con transparencias tan remotas
de explosiones de niebla hacia el olvido.