Alfredo Saez

-La renuncia-

 

La cachetada estalló sonora en la invicta suave mejilla

deslizándose con  furia iracunda, golpeadas las vacuolas,

a calmar con analgésica rabia la zona roja de la  trilla,

siega  de lágrimas sorpresas,  saladas cual oceánicas olas.

 

¿Cuál fue la rotunda razón de la contundente oscular ofensa

si inocente parecía el atribulado ofensor de firmes labios tiesos?

no ensayó en asunción de culpas convictas, mínima defensa.

solo se miraron apenas blancos a la vez como virginales yesos.

 

Ella miró pícara al joven efebo del porte armónico  y estatuario.

el percibió en la cascabelina sirena la persuasiva tensión del gozo

 y tomó iniciativa en hurto labial con fe de  milagroso escapulario.

 

Centurias  y centurias de predominio varón dividieron la perturbación

tumulto loco, llanto évico,  fracaso del desafío dual, castigó al  mozo

y el amor que algún destino veleidoso proyectó, no fue más una canción.