Fue una noche con llena luna
de una navidad del sesenta,
que probé por primera vez
un beso con sabor
y aroma de una mujer.
Fue por el camino real
jugando los aguinaldos;
temblaba como una rama
con los vientos de agosto.
Fue la paga por ganar
un beso robado
en el juego de aguinaldos.
Como fue un beso robado,
el deleite fue minúsculo
pero el sabor a pomarrosa
y el olor a guayaba
persisten, así yo quiera,
solazarme con besos legales.
He intentado olvidar
porque robar es pecado
pero el gusto y el olfato
me mantienen enviciado.
Una vez intenté
besar a ojos cerrados
pero la luz de la luna
me trasladaron al pasado
aunque eran besos legales
no cataban ni olían a los robados.
Tocará besar de día
así sea imaginados
pues la distancia social
nos los tiene vedados.
Un beso sin gustillo y perfume,
insulso y desaborido
sea legal o robado;
es un displicente besuqueo
que con un suspiro se olvida
rebuscando en otra manceba.
Después no digan las doncellas
porque no apresan un amor;
la vida es un aguinaldo,
sin preguntar, pero responder;
no hay gardenias sin aromas
y piña sin sabor.