Para no ser un ser sin ser, un vivir sin vivir,
por eso escribo.
Antonio Gamoneda.
Es sentarse en una piedra
del camino.
Es dejar al pie el zurrón,
la cantimplora y el hatillo.
Es prender en la mano
una cuartilla y echarse a sentir.
Es mirar al frente, al cielo
buscando musa.
Es dejar que la muñeca se atonte,
que no se oponga al torrente
de un verso, que te salpique el alma.
Es parar, pensar, a ver que se dice,
cómo decirse lo que se piensa,
lo que atraviesa la frente y la quiebra,
es no poner puertas al campo,
no censurar el ángel que desde la altura llega.
Es repasar lo escrito, repensar sin depredar,
es dar una razón a lo que el estro manda,
es leerlo en voz baja para uno mismo,
a ver si suena la gaita y sale del agrado.
Es suspenderse por unos minutos, una hora..,
es conectarse con un dios que nace dentro,
que no tiene escuelas ni aposentos,
ni iglesias ni conventos,
ni estrellas ni belenes,
solo tiene trenes, que a veces descarrilan
al azar del desaliento y al atrevimiento
de un descaro, que sale lento y se hace largo.
Es suspenderse del mundo de fuera
para mecerse en el de dentro, y olvidar recordando...