Lourdes Aguilar

BARLOVENTO

Y yo, que no sabía ya de placeres ni canciones

yo, que mi alma andrajosa errante y cabizbaja

sentía congelarse el corazón como el ave

que la nevada ha paralizando en una rama

renunciado ya a la risa, la ilusión y aventura

resignada a ver llover detrás de una cortina



Pero llegaste como curioso velero desorientado

al puerto abandonado donde me guarecía

tu estampa bucanera me intrigó sobremanera

mientras me contabas de tu accidentada travesía

supe de tus penas y tu huida

me sedujo esa historia tal vez de tan sombría

presentí que poseías un paraíso soterrado

donde sátiros y faunos seducen a las doncellas

por desentrañar tu virilidad tan nueva y misteriosa

fue avanzando cada vez más atrevida la caricia



Rememoré entonces los sueños esfumados

el ayer todavía empapado por las lágrimas

y el continuo ulular en mi cabeza envahecida

tú con tu sarcasmo disfrazabas la agonía

pero tu mirada turgente detenías en mis pechos

y decidimos hacer con nuestras soledades compañía



Las rosas pisoteadas, el deterioro del parco lecho

mi piel lozana tan pocas veces encendida

contigo nuevamente se envolvió en llamas

y nuevamente se habitaron esas ruinas



En el imponente cañón que alzabas por muralla

corrían rápidos a donde me adentré emocionada

cómo fluyo todavía en el vértigo de esas aguas

cuando absorbo tu aliento beso a beso

es el fermento más intenso que he probado



En tu cuerpo de recio roble trepo cual ardilla

tomando de cada zona placer entre gemidos

mis dedos traviesos te sacuden y cimbra cada nervio

mientras cadenciosa me balanceo en tu cadera

y enardecida ya me acompañas hasta la alta copa

 

Al calor de tu pasión reanuda su vuelo el ave

pues su corazón ya confortado derrite nieve

y para que la lluvia entre descorro la cortina

flauta de fauno que sigo embelesada

corsario de océanos tenebrosos y profundos

arcano amor que desconoce la rutina