Seguridad presumías
caballerosidad me mostrabas,
evidente era tu felicidad
pues creo, nada te faltaba.
A mi puerta un día tocaste
sin prisas y sin expectativas.
Veamos qué pasa, te dijiste
y al azar se lo dejaste.
A nuestras charlas y risas definíamos
como una excitante aventura,
donde el universo resultaba pequeño
para todo lo que vivíamos.
Impensable resultaba que por la puerta
la atracción entrara,
menos que por la ventana...
el amor se colara.
¡No eres mi tipo!
con insistencia repetíamos,
y olvidamos por completo,
que de Cupido y de sus flechas nadie se salva.