Como la luna que alumbra el cielo;
llena de luces, igual que gemas,
yo te miraba con dulce anhelo
como la ninfa de mis poemas.
Fui prisionero de tu pupila
siempre soñando beber tu aliento;
dándote el alma, la cual destila,
para tu encanto, su pensamiento.
La única meta que yo tenía
era arrullarte con mi cariño;
era arroparte con poesía,
entre sus versos que son de armiño.
¡Más tu arrogancia, que es muy profusa,
no te dejaba servir de musa!
Autor: Aníbal Rodríguez.