Alfa y omega (Prosa poética)
Tan lejos está la niña que apenas si la distingue. Curva el cuerpo cansado, buscando donde apoyarlo. Un suspiro al movimiento y quieta como los pétalos que en el lago resignan su reposo, recurre a los pensamientos, adecuados al momento. Luego levanta la mano para a su opuesta indicar, que fluya su acercamiento para poder conversar.
-Nos separan tantos años, retroceder me hace daño.
En el extremo inicial, se encuentra la inocente. Con escaso raciocinio, abre las alas y vuela al encuentro de la dama, sin que le asombre el camino porque sabe es el tiempo…el tiempo de lo vivido.
-Niña, nosotras somos. Quiero que veas, tú misma, en lo que te has convertido.
-Anciana, si soy tú y tú eres yo ¿por qué encuentro en tu mirada tanta supuesta extrañeza?.
-Nostálgica me pregunto ¿dónde se fue la belleza?
-Aquí la traigo conmigo, guardada en el corazón, que es el mío, es el tuyo, es el nuestro. Es el arcón de los sueños, el que acumuló tristezas, el que explotó de alegrías, el que guardó el amor como las ostras del mar guardan sus valiosas perlas. El árbol que se deshizo en enramada caída hasta que un día encontró el cielo en su huida. El mismo que se emociona recorriendo las historias. El que velaba el sueño de las muñecas dormidas, de los hijos que jugaban con duendos que se escondían. El que aún arde en la flama de las pasiones vividas. El que añora el calor de los abrazos perdidos. El que aceptó la vida entregada en raciones, sometiendo la experiencia a las cuatro estaciones.
Somos alfa y omega, Génesis y Apocalipsis. Calienta con manos tibias el frío de mi vejez.
Teresa Ternavasio