Bendecidos quedan todos,
no lo consagrados a Dios,
sino los que con su aplomo
y templanza contemplan
la virtud de la espera.
Mi amigo mira al cielo
y sabe bien de lo que habla.
Habla, calla, juega, observa,
y en esa quietud, donde UU
la soledad de su alma
está compuesta de bendición
siente el paraíso y su llama.
Mi amigo mira al cielo
y sabe bien de lo que habla
con este propósito ama la tierra,
ama el cielo, con digna confianza.
Galilea R