Desde lo alto del balcón se divisaba
todo un vasto jardín.
Desde un picaflor a una mariposa y desde luego un serafín.
Un trovador a fin de cuentas.
Subiendo por enredaderas
a besar a la damisela
que hierve por sus favores.
Es la hora de los ardores
donde los amores se funden y una simiente
nace justamente en el frente
de cada eclipse de sol.