Quedó un lucero dolido
cuando murió aquella estrella
quedándose compungido
con su dolor tan prendido
llorando por su doncella.
Y aquella noche de luna
con tristeza iluminaba
sobre el árbol de aceituna
con su luz siempre oportuna
cuando la estrella pasaba.
Y el llanto brotó en sus ojos
al saber que la perdía
como flor en los abrojos
perdiéndose en los hinojos
sabiendo que la quería.
Era tanto aquel dolor
que abrigaba su existencia
porque todo su esplendor
perdió su fuerza y vigor
como pago en penitencia.
No te angusties, fiel lucero
que la pena no te mate
sigue siendo tú el vocero
de la luz cual farolero
que la oscuridad combate.