Mi madre sol del campo, me acaricia;
sus besos son manzanos de delicia.
Mi madre hostia viviente, me acicala,
ella el camino recto me señala
con su voz primavera y con su gala;
derrama su ternura a gran escala.
Mi madre es una abeja primorosa,
despunta en sus labores, genial rosa.
En sus jardines blancos hay justicia,
errores de sus hijos no señala;
¡Es noble mi princesa cariñosa!
En su pétalo entrega generosa,
su colibrí de amor, feliz instala,
es lluvia mañanera, ¡tan propicia!
Trabaja con esmero y silenciosa,
no quiere en ningún modo ser famosa.
La maldad de este mundo siempre tala,
desecha de sus huertos, hierba mala.
Sapiencia de su boca siempre exhala;
superficialidades, ella embala.
Escenarios de amores, ¡cómo oficia!
En su ser, no hay resquicios de codicia.