Como me gustaría que ardiéramos juntos
en el fuego con el que arde la selva de la pasión.
Que tu cuerpo se cimbrara
como el monte talado en abril.
y que el calor de la selva te delate, como me delata a mí.
Que fueras montaña, valle, mazorca de maíz.
O que fueras agua cristalina -manantial de besos-
bejuco, ramo de lilas, gardenias,
flor de naranjo o tal vez enredadera.
Si tú fueras flor de margarita yo sería colibrí.
O que fueras una jugosa pitahaya
de las que se dan en un cacaotal.
Que fueras lluvia fresca besando la tierra.
O mejor selva virgen, llena de exuberante vegetación.
Y si fueras caoba, cedro o jabín, no me gustaría ser talador.
¿O tal vez sólo sea viento?
El espíritu del viento del sur,
llegando a ti con remolinos que levantan la hojarasca en la cañada,
que alborota a los animales que viven entre los árboles.
Y que traslada el polen y fecunda tus plantas.
Sí me gustaría ser viento, para que con el canto de las aves,
el rugido de las fieras, los aromas de la selva -aromas de ti-
sientas que te besa el aire frío, susurrando
muy quedo al oído, lo mucho que te amo.
Con el dulce sonido secreto del viento: Juuuuuuuuu, juuuuuuu, juuuuuu.
(c) Armando Cano