Llegó un día de un año cualquiera
como esa emoción que fuera
inducida por el vino que corría,
llenando mis venas de alegría.
La vida ya no era esa cosa seria
en que tantas veces me aburría,
cuando en otras pareciera
herirme con sus garras de fiera.
El racimo en rama doblegó
igual que el vino a mi cabeza,
ese sol que vivía con el fuego.
Se deleitó la vid con su destreza
danzando la vida con el juego,
de cintura, de mi naturaleza.