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MELODIAS DE MAR

 

 

Abandonado el cuerpo en la arena dorada, la mente dormita en la quietud del viento, el corazón acompasado con el ritmo de las olas.

El agua de terciopelo, suben suavemente a besar los dedos de los pies, como un dulce amante.

 

No hay dolores, ni pesadumbres, solo el bienestar profundo, percibido por las notas sueltas, de una melodía de suspiros, que invaden los sentidos, acallando el sufrir.

 

El sol de enero calienta mi piel sin quemadla, impregnándola de fragancias de sal, los poros bañados de brisa marina, empapa el sentir, de los olores blanco, lleno de paz.

 

El viento suave, hace que por un momento mi cuerpo, sienta la quietud del silencio, un estremecimiento emociones placidas, despierta el sabor de la esperanza, de aquellos sentimientos sembrado en el pecho, en espera que renazca el amor.

 

Los ojos teñidos de mar, miran el techo del cielo entre hálitos palpitantes, que deja entrever los dorados rayos del sol, el azul del cielo. Anegando el corazón de serenidad, a tientas busco entre los recuerdo, los leves sonidos rebosantes de amor, esparcidos por los angostos caminos, donde se apagón el enojo.

 

De pronto, una voz de canela y miel me llama, alargando la mirada en lo lejano del mar, diviso las onduladas aguas, haciéndome oír su melodía, como un susurro amoroso, invitándome a soñar.

 

El sol en el horizonte, con su color de fragua con sus rayos recogidos, se desliza dulcemente del techo de nubes blancas, hasta las aguas gélidas, que se sonrojan candorosas, por la magnitud del encuentro.

      

Por fin el sol desaparece y el cielo se vuelve gris, en espera que las estrellas se asomen guiñando sonrientes, para que nuevo amanecer, vuelva a brillar el sol con las melodías de sal. Haciéndome sentir que nada más que por eso, merezca la pena vivir.                

 

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