Un llanto que es
abismo de cosas rotas,
en una embriaguez
de visiones remotas,
contemplando la lluvia
diluída en la nada,
un ayer que diluvia
el amor de mi amada.
Una fe que revive,
una voz que ilumina
a un ser que me sigue
por pradera, y colina,
por las rutas amargas
y las sendas divinas,
pues son cortas, y largas
las mañanas vecinas.
Las promesas que vuelven
derribando al pecado,
las mismas que resuelven
aliviar lo pasado,
sin más llanto que valga
el sol de la esperanza,
el día espera que salga
en bondad: y alabanza.
En el tiempo presente
en azul: tenue, y franca
hoy renace, silente
al mañana, y por siempre
sutil cuando embanca,
ese amor que desciende
desde su mano blanca.