Setenta y cinco primaveras me dieron una vida,
recorriendo senderos por una amada colina,
por esta senda aprendí, que no hay atajos
solamente mucho esfuerzo y trabajo.
Duras y largas se hicieron algunas noches,
pero las penas no impidieron que soñara,
también alegres alboradas me concedieron
amaneceres inolvidables y placenteros.
Duro se hizo a veces el camino
superar obstáculos fue mi destino,
pero al final llegó un remanso de paz,
paz y serenidad, golpe a golpe
como el acero se forja el camino.
A rosas tus besos a mi huelen,
tu voz me suena a canto ruiseñor,
tus suspiros con pasión me hieren
en esta primaveras floreció el amor.
Caminante he sido y camínate seré
para seguir sin temor por el sendero,
llevo conmigo la experiencia adquirida
el amor, y la fuerza de mis anhelos…
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