Tomando su pequeña mano.
Era muy pequeño, totalmente sano.
Le di, de todo mi amor e insuperable afecto.
Mi familia decía... “Es un niño perfecto”.
Le instruí por mi camino.
Mi ternura. y fue a tiempo.
Le di, el buen ejemplo.
Mi amor y fue contento.
Cuando sea, ya el momento.
Tomará otro sendero.
Le pido a Dios, que sea certero.
Que probara, su valentía y gallardía.
Y se acordará, de todo lo que le decía.
Mientras el sol tocó a mi puerta.
En mi casa hubo sorpresa.
Quién me lo adivina…
Era una niña divina.
Con cabello de hilos de seda.
Aunque nadie me lo crea.
Su voz pura miel, era una dama.
De piel tan tersa como de porcelana.
Quisiera congelar el chocante tiempo.
No le pido a Dios, una monja virgen de convento.
Tampoco verla siempre…
Una niña chica, como de momento.
Por eso le enseñamos con amor.
Sin infundir ningún odio, o temor.
Que sea una persona íntegra y buena.
La que viendo al triste y afligido consuela.
Gracias a Dios. Me voy a disfrutar, de mis dos niños sanos.
Mientras el sol, está de mi parte, muy temprano.
Y mis ojos sean juego. Brinquen, sobre los altozanos.