Nunca empezó; estuvo siempre entre nosotros;
no comenzó, como en un cuento en participio;
nunca fue el primero, nunca fue de otros,
nunca tendrá fin, ni tendrá principio.
No se quedó en la esquina de esa plaza,
en donde el espacio se llenó de “nadas”,
y vio nacer lo verdadero; lo irreemplazable,
mientras tus labios gritaban que me amabas.
No morirá, porque no solo es un recuerdo,
ni olvidarás el perfume de esos besos,
ni ese papel que te robé en un descuido,
que reveló lo que ya no era un secreto.
No alcanza el tiempo que tengamos que vivir,
ni el jamás de los jamases, que tuvieras que mentir.
El sabor del primer beso nunca deja de existir,
pues lo eterno necesita eternidad para morir.