Siento mi cama, como una nube delicada de recuerdos.
Y entre mi cuerpo, y la huella de tu cuerpo, hay un frío que estremece las sábanas con un olor no muy lejos al de la muerte.
Me encuentro envejeciendo joven en lo lento de las reflexiones, en la eternidad de las noches, y en las inexplicables perdidas de tiempo de los días que de ti no me acuerdo.
Mi cama es posada, para un pedazo viento.
Me ha hecho una agenda muy detallada de horarios en los que debo de estar ocupado para no pensarte.
Que lastima que tengo tiempo, y
resulta que siempre llego tarde.
Te extraño, pero no quiero verte ahora no, no quiero. Con la noche me basta y con esas cúpulas de aire, que no son más que un suspiro de tu nombré que no escapa de mi boca, si no de mi almohada.