Venía de una noche velada
a un manantial de agua salada
con el brillo del sueño en los ojos
y la luz de luna en sus reflejos.
De donde escapaba ilusionada
esa luz que viajaba enamorada
hecha de dulce azúcar y antojos,
por un camino hecho sin atajos.
Devolvió al momento al destino
en el mismo momento de parar,
todo aquello que había querido.
Se fue así sin apenas suspirar
yéndose con la luz igual que vino.
Llevándose la emoción en su mirar.