Como aquellas columnas
preponderantes, robustas,
de tu cuerpo hecho definitivamente
ceniza, así tus labios, gestando
indolentes, la rabia maciza,
el gesto ampuloso, la trágica
noticia, de tu imagen y la mía,
muertas, exhaustas, terriblemente
estáticas. Inmóvil, tu tórax, vientre
opaco, racimo soñoliento
de un septiembre hecho piedra,
era, silencio, hábito enmudecido.
Oh imagen soñadora, efímera, desapasionada,
cómo cambias y modificas
el curso de los ríos, la geografía
de los pulsos llenos de nevadas.
Y en mi mente, ocupando
su trono yacente, ya para siempre
en las entrañas.
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