Y luego, tú,
pero no tú, tu cuerpo;
sí, tú: tu cuerpo
reaccionando
a los estímulos a los que
reacciona un cuerpo,
a los que reacciona
el alma de un cuerpo,
el alma de un cuerpo que eres tú:
el olor del café,
el olor de las sábanas calientes,
el olor a cerrado del dormitorio
en el que respiraron los dos
durante toda la noche,
tu cuerpo cuando se despierta, tú
cuando te despiertas,
los celos que puedo sentir o borrar
por tu compartir con otro hombre los gestos
repetidos miles de veces
a partir de cada despertar, mi intento
de despegar tu cuerpo
(las costumbres de la memoria de tu cuerpo)
de la imagen que guardo de ti
pura e indecible, anterior a todo, virgen
de la virginidad de una playa
incontaminada, la playa
de una infancia perdida en el tiempo,
pero engendrada, sin que nadie lo advierta, por el lento
disgregarse de las rocas
que erosionan el viento y el flujo de las aguas
consumiendo cadáveres y lavando las mierdas,
y el sordo trajín de fuerzas enemigas y duras.