Empecé a quererte,
por la luz deslumbrante,
de tu infanta piel.
Por el cerco de tu sombra,
en la ruta irrechazable,
caminando frente a mi.
Empecé a quererte,
por el deslumbrante día,
de tu risa escandalosa.
En la apagada noche,
de satén desmayado,
después de un beso tuyo.
Empecé a quererte,
sobre la rica pátina,
de tu piel de impúber.
Naufragando cada tarde,
en el mar empapado,
por tu sal de hembra.
Uno a uno,
parte a parte,
empecé a quererte.
Y te quiero toda entera,
sin trunques que mutilen,
el cuerpo que más quiero.
a.rodríguez.