Tumbado de espalda al cielo,
llamó mi atención una florecilla,
tan pequeña, y tan sencilla,
que su sombra era un negro pelo.
La paz yacía en el paisaje,
hasta que un leve zumbido,
de una abeja desde su enjambre nido,
anunciaba a mis oídos su viaje .
La flor con los pétalos vasallos,
lanzaba una amorosa llamada,
ofreciendo su corona polinizada,
y un balanceo continuo de su tallo.
La brisa le soplaba con atino,
volatizando la semilla de la vida,
otras florecillas eran bienvenidas,
Ya sola, se entregó a su destino.
José Antonio Artés