Alfredo Saez

-Abuelo Migrante-

La casa de mi bisabuela Jacoba Bermúdez de Santos, en
Xaviña, cerca de Camariñas,Tierra de Soneira y Costa da Morte,
Galicia.Construida a finales del siglo XII, en el medioevo español.

 

¡Abuelo! Manuel Santos del gallego Finisterre de los celtas

hijo de un compulsivo desarraigo migrante en el testeo,

dejaste la bella ría de Camariñas, aguas y riberas esbeltas

con tu barco saturado, anclando largas fatigas en Montevideo.

Trasplantaste fértiles semillas de amor con Cesárea cuasi niña

-una yema de una docena, mi madre, inolvidable Luisa Juanita-

y en tu ser viril sobrevolando de Xaviña muy penosa la morriña

dolor sin tajos al corazón, invisibles heridas de la saudade bendita.

Migrantes universales, heroicidad ausente de las gaitas y cantares

llantos sordos que no estremecen a opacas e insensibles audiencias

mientras el tiempo idóneo sublimará entre rientes cantigas los pesares

herencia para nietos creciendo niñez hacia dos Patrias conciencias.

Laudo inocente de un destino épico de pretendidas condenas penitentes

triunfo del coraje ante salutífero caudal de peripecias en añoso ostracismo

espíritu galaico de la enjundia resiliente en el adviento de días valientes,

patriarca de asumidos lares con el elam vital de un protector asimilismo.

Añoro, uruguayo, nirvanizar encantos atlánticos del alma gallega

presencia genuflexa en el altar medioeval de Santa María de Xaviña

perfumes de aromas del bosque florido, pinos y el trigo en la fanega,

catar las tintas uvas sangrantes de pasión resurrecta, nazarena la viña.

Sentir la dulce sonoridad de Rosalía que leí en ocres cartas del abuelo

y desde la cima marina admirar el tan refulgente Faro del Cabo Vilán

y en la sima realismo mágico con niños pasos fósiles, señales en el suelo,

mas abrazos con José Santos Ramos, por fin encontrado pariente xaviñán.

Adiós antiguos desdenes de oprobios que condujeron a exilios infieles

si después de tantos insalvables y crujientes percances de célticas odiseas

compensatorias serán las glorias nutricias en la apoteosis de las mieles ,

jotas de rítmicos bailarines que represarán con alegrías pérfidas mareas.

 

El abuelo español que nunca lo vi, estuvo conmigo.

Yo, finalmente, lo pude abrazar…