Perder el tiempo, perder la panza,
perder el tiempo de la esperanza,
de la alegría, de la confianza,
de la vecina desesperada,
de una poesía que se me hace mala.
Perder la vida, perder la calma,
perder amigas en esta plaga,
maldita plaga que todo arrasa
y que de pronto no espera nada
para llevarte mientras te aplasta.
Perder los hijos en la destaja,
perder los nietos que no se bancan
la novedad de vivir en casa,
perder el seso que se desplaza
debajo el peso de una lavada.
Perder maridos que te desgarran
la primavera de la nostalgia
dentro del pecho que no se aguanta
el remolino cada mañana
para que veas lo que no llega
cuando el trabajo de nuevo llama.
Nada se pierde decía alguien,
solo energía decía otro,
que a veces solo se transformaba
o se quemaba decían todos
si resultaba no quedar nada.