Marchitaron las rosas por la tarde
y se fue la alegría del jardín;
pues los pájaros tristes se quedaron,
queriendo sonreír.
Va perdiendo su aroma y su belleza
la corola del mágico jazmín;
extrañando mi timbre melancólico,
que cala su sentir.
Las guirnaldas que alegres florecían
hoy suspiran con ansias muy febril;
y se rompen sus pétalos de seda,
viviendo sin vivir.
Yo contemplo con gran abatimiento
la tristeza de dulce flor de lis;
al faltarme el calor de tu presencia,
tan grata y tan sutil.
El candor del geranio palidece
porque nota la pena en mi existir;
y acompaña mis horas solitarias,
que extrañan tu reír.
Y murieron los nardos primorosos
que tenían la luz de un serafín;
mas mi anhelo de amarte eternamente,
¡jamás ha de morir!
Autor; Aníbal Rodríguez.R