Vivimos rodeados de prohibidos invisibles,
paredes transparentes que nos impiden volar,
y amar,
acaso paredes imaginarias,
simple cristal que nos separa de la vida,
de la realidad que nos parece intocable,
aunque está ante nuestra vista.
Tememos romper esa débil pared,
porque sabemos que nos podemos cortar,
que podemos sangrar...
Pero en el amor,
cuanto más distante y prohibido,
cuanto más correspondido,
siempre vamos a sangrar:
tanto más dulce sea el beso,
más profunda es la herida.
Es la huella que el tiempo no borra,
hasta el final de la vida;
y la herida que no sangra,
que no duele,
ni se cura, ni se olvida.
Frank Calle (26/ mayo/ 2021)