Alberto Escobar

Siempre salida

 

Cul de sac.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Salíamos de una fiesta.
De noche.
Estrellas asomando la cabeza
por entre las hendiduras del smog.
Cogimos a la derecha, nos pareció 
oscura en una primera instancia,
seguimos la conversación y los besos
según nos aconsejaba el guion.
Seguimos andando sin advertir
que al fondo se cegaba la salida.
Tras el biombo de las tinieblas
se agazapaban dos muchachos,
con sendos nunchacos, el golpe
sería de órdago mundial. 
Seguíamos hablando como si
el desenlace no fuera con nosotros,
vimos unas ventanas de frente,
no continuaba la calle, seguíamos
hablando, besando, acariciándonos
hasta el alma, el corazón, los glúteos,
las cavidades auriculares y ventriculares
de los oídos internos y externos...
Llegamos a la ventana y seguimos 
andando, nos agarramos a los barrotes,
nos pusimos en perpendicular contra la pared
y seguimos hablando, besando, sobando...
Hacia arriba, llegamos a la azotea y seguimos...
Bajamos por la escalera hasta el portal 
y seguimos besándonos el corazón, 
el páncreas, el occipucio derecho...
Los biombos ni los vimos, ni los nunchacos,
ni las tinieblas, ni la violencia dibujada
en los rostros de los maleantes.
No vimos nada...