La vida me llama, me quiere, me atrapa,
me envuelve en un manto de gloria anhelada,
me ofrece paciencia, me ofrece cariño,
me ofrece locuras de manos de niños
que crecen tranquilos en el remolino
de días sin tregua, ni paz, ni camino.
La vida es incierta, no espera un momento,
se va para siempre mientras tentadora
va incitando a gente que es débil y adoran
el multiplicarse de acá hacia la aurora
de un mundo mejor que todos añoran.
No puedo esconder las ganas que tengo
de ver al bebé que está así tan lejos,
allá en la distancia de leguas y leguas
pero es imposible de planear un viaje
entre la pandemia que mata sin tregua.