A donde se fue mi tiempo,
me pregunto
y presumo que siempre se esconde
debajo de mi piel
detrás de mi camisa y mi rincón de piedra…
¡Dónde está mi camino que no vuelve!
¡De donde me viene tanta vida!
¡Donde están mis ojos!
En cada mañana
en que la aurora asoma y se vuelve una quimera.
Las lágrimas están por todas partes
y no le importa a nadie.
La luz cae en los párpados como cuchillos
y cae, cae hasta el fondo
de todas la edades.
¿Donde están mis memorias y mis congojas?
En el crepúsculo brotan cosas
que no conozco ni he aprendido,
voces que reclaman a alguien
y no hay nadie en mi costado;
Los perros ladran
al silbar el viento sobre
un pecho descorazonado.
A donde se fueron todos: mis angustias
mis manos, mi barbarie,
mi áspera laringe y mis hermanos;
Donde la palabra y su sonido están,
ahora que no entran ni salen
por la boca.
¿Ahogándose quizás,
en una orgia de blasfemias?
¡Donde espero a mis hermanos,
ahora que me quieren tristemente!
¿Dónde mi zapato está?
Y donde su suela
que sostiene el cuerpo y su cansancio;
Donde mi cuerpo y su sombra
han perdido el minuto de sus huesos
que siempre están yéndose,
siempre al siguiente paso;
El frio que se cuela como olas blancas
no lo siento,
tampoco las huellas por donde he andado.
¿Dónde están mis manos?
Que no se encuentran
que no se abrazan,
temblorosos buscan coger el agua y el amor
por sobre los hombros
y van cayendo como palomas sobre la luna,
como flores liberadas
de su heridas,
por la misma eternidad.
¿A donde se fue el señor de mi existencia
y la dama de mis sueños?
Cuando más los ignoro están aquí
y cuando más los quiero parece que se van;
Mis manos están rezando
como un niño a punto de llorar,
que se arrepiente,
de haber perdido su mirada casta
en la honda eternidad.