Había caballos desbocados
en las cuerdas de tu garganta,
sonidos templados en el corazón de tu voz
que hacían vibrar el aire de ilusiones.
Y fuegos melancólicos en los tonos
y tenaces verbos buscando territorios de ritmo.
Mares gigantes de aguas solitarias,
tal como sonaba tu voz de multitud divina.
Acompañaba la cadencia de tu voz
noches de olvido y fracaso
de quien te escuchaba y te escucha.
Adornabas la felicidad perdida
levantando vientos melancólicos.
Tu voz profunda alumbró oscuridades
y tráqueas atoradas de sollozo callado
quitando sombras de los refugios negros
del alma diaria.
Había un espasmo que mordiente.
Hundimiento que dolía
al callarse tu voz…
unos ojos mojados
y amapolas de luto que cantaban
y jardines doloridos en su vegetación
.
Cantaste las estrofas del poeta
y las radios imponían un silencio al aire
y la música quitaba sus sombreros
y el corazón se expandía.
Ahora surgen los túneles del dolor
y lo huérfano de los oídos.
Sigue cantando Dolores Pradera
que tu nombre salpica de pena
los dolores de estos labios que te nombran.