Agua calcinada, sucia, embalsada.
Discurre, casi quieta, por la acequia
enlosada; es momento de departir con
el primero que pasa. E inquirirle por sus
nietos, sus familiares, ya de regreso,
y sus plantaciones veteranas. Luego,
al alba, retornan pies cansados de la proeza
o hazaña, huertos recién sembrados.
Opulencias que desbasta la tierra,
mientras la vida, casi infinita, transcurre
por los aledaños de mi infancia.
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