La mujer que yo quiera ha de saber que se puede pintar los labios si ella quiere.
La mujer que yo quiera ha de saber que la amaré de día con la misma pasión que de noche.
La mujer que yo quiera puede entrar sin llamar a la puerta, esté como esté.
La mujer que yo quiera ha de saber que conmigo solo hay una y si quiere y la merezco, hasta el fin de los tiempos la amaré.
La mujer que yo quiera ha de tener una cintura que soporte mi brazo, el andar firme, con paso corto, alegre y risueña, aunque el sol no salga entre las calles que pisemos y el gris oculte la luz de mis ojos al verla mirarme.
La mujer que yo quiera ha de querer lo malo antes que lo bueno y enseñarme a distinguir lo que no sé o no quiero ver.
La mujer que yo quiera puede tener la edad que quiera, con tal de verse ella bien.
La mujer que yo quiera ha de querer que la quiera tanto como ella me quiera, o más, si cabe.
La mujer que yo quiera ha de saber todo lo que me da miedo y no temer.
La mujer que yo quiera ha de saber que para ir de la mano solo hace falta que me la dé, sin más miramientos que el deseo de entrelazar los dedos y sentir nuestro pulso y el amor que nos fluye al rozarnos la piel.
La mujer que yo quiera, antes que ninguna otra cosa, me tiene que querer.
La mujer que yo quiera tiene que saber que como yo la ame, nada ni nadie lo podrá hacer.
La mujer que yo quiera nunca me ha de temer; aunque en los días grises grite, volveré cabizbajo buscándola, y entonces ella decidirá y yo acataré, como perro sin amo, como hombre que reconoce lo que no ha estado bien. La mujer que yo quiera ha de saber que no soy perfecto, pero intentaré que cada día sea un nuevo comienzo para quererme, que florezca solo con verme.
La mujer que yo quiera se puede vestir de primavera en invierno, si ella así lo decide.
Y si me deja verla cubriendo su cuerpo, aún más disfrutaré de la belleza de su piel.
Saldremos a la calle, sin importarnos las miradas. Si alguien le falta, se le paran los pies, que algunos ven lo que quieren ver.
La mujer que yo quiera ha de saber que si no la consigo es que no la merezco y me iré, como un peregrino errante, antes que marchitarla, que sus pétalos no se renueven, que sus ojos no brillen y su sonrisa no suene, que se mueva con tacones que la sangren, que la calle murmure o yo le falte.
La mujer que yo quiera ha de saber que, una vez querida, yo la amaré, y después de amarla la volveré a querer, y así hasta el fin de los tiempos, si ella quiere.
JM.Enríquez
©®Autor
Pontevedra (Galicia) España.
https://youtu.be/wRX_bDdS5JI