¡Dejad que mis labios se empapen de vino;
dejad que mis ojos se llenen de amor,
besando tu cuerpo, sensual y divino,
mirando tus ojos, de raro esplendor!
¡Dejad que mis versos entonen el trino
que llevan arpegios del gran ruiseñor;
dejad que te ofrezca perfume nardino,
sintiendo te quema, de mi alma su ardor!
Las noches que sueño que estás a mi lado
la estancia se llena de luz sideral,
y miro tu rostro, radiante y bañado,
con auras preciosas de origen astral;
lo mismo que un ángel, de luces dorado,
que trae en sus alas pasión sin igual.
Autor: Aníbal Rodríguez.